miércoles, 7 de enero de 2009

Alburquerque 1936: Libertad para Ernesto Thälmann

























Corría el año 1936. El Frente Popular había ganado las elecciones y en Alburquerque, los concejales elegidos democráticamente, habían vuelto a ocupar los cargos de los que habían sido relevados por el gobernador civil, durante el bienio negro, para ser sustituidos por concejales gubernativos de tendencia derechista. Durante toda la experiencia republicana, y hasta esas últimas elecciones democráticas –que no volverían a repetirse durante cuarenta largos años de oscuridad- el vecindario de Alburquerque había sido fiel a unas ideas incubadas durante décadas, de justicia, cultura y dignificación de la vida, estando en torno a un setenta y cinco u ochenta por ciento el voto por las candidaturas progresistas.
Los equilibrios en esos años eran frágiles. Una buena parte de los trabajadores de la tierra apenas contaban con los medios para dar de comer a sus familias, debido en parte al atraso endémico de la economía española y de la explotación agraria y en parte también por la reacción de los terratenientes, que desde el inicio de la etapa democrática habían aplicado la máxima reaccionaria de: “Comed República”.
Sin embargo Alburquerque vivía una época de crecimiento, de esperanza en un cambio que se hacía demasiado lento para las expectativas de los sin tierra. Desde este rincón olvidado de la frontera con Portugal, se miraba Europa y el planeta como nunca antes se había hecho. Con ánimo participativo y reformador. El concepto de ciudadano había roto las fronteras de las grandes urbes para calar profundamente en una sociedad hasta entonces confinada en los estrechos cauces del caciquismo.

Ernesto Thälmann se había presentado a las elecciones presidenciales alemanas en 1932, enfrentándose como candidato a Hitler y Hilderburg. El lema de su campaña había sido: “Un voto para Hilderburg es un voto para Hitler. Un voto para Hitler es un voto para la guerra”. Y la historia le daría la razón.
En 1933, tras la ascensión al poder de los nazis, Ernst Thälmann había sido arrestado en Berlín y encarcelado sin juicio.
En 1936, coincidiendo con su cincuenta cumpleaños, se desarrollo una campaña mundial por su libertad. Destacando entre las actividades que derivaron de esta campaña, surgió la idea de la Olimpiada Popular de Barcelona, que debía haberse llevado a cabo a partir del 19 de julio y en la que participaba un grupo de deportistas pacenses organizados por Armengol Sampérez, deportista que unos meses después sería entregado por las autoridades lusas a los falangistas para ser asesinado junto a otros muchos miles de extremeños.

El 21 de Abril de 1936, el pleno del ayuntamiento de Alburquerque, en sesión ordinaria discutió entre otras cuestiones, un escrito presentado por un numeroso grupo de vecinos, en el que se pedía “libertad para Ernesto Thälmann detenido y sepultado en un calabozo sin justificación desde hace mas de tres años”. La propuesta fue defendida en el pleno por el concejal Nicolás Toledano Gemio, fundador en 1930 junto a Felipe Mesías Carballo de la Agrupación Socialista local. La corporación se adhirió por unanimidad a la propuesta haciéndose cargo de que la protesta de los vecinos y vecinas de Alburquerque llegase hasta la embajada alemana en Madrid.

El fascismo arrasaría Europa durante toda la década siguiente y descartaría la democracia durante un largo y penoso periodo de nuestra historia reciente. Ernst Thälmann nunca volvería a disfrutar de libertad, sufriría el mismo destino que buena parte de la izquierda europea. Fue asesinado el 18 de agosto de 1944 en el Campo de Buchenwald, tras once largos años de prisión.

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