viernes, 2 de enero de 2009

ROMANCE DE LA MAESTRA FUSILADA

El mapa de la memoria se compone poco a poco. Con retazos de realidad que se van soldando para construir a historia que se nos negó. Tras publicar en "La Glorieta" y "Azagala" el artículo sobre "Los maestros de la republica" nos han llegado algunas informaciones de las que no disponíamos hasta ahora.
En primer lugar hablar sobre la imagen escolar con la que hemos acompañado nuestro articulo, que fue publicada hace unos años como perteneciente a Carmen Delgado y sus alumnos, y que en realidad es de otra de las maestras de la época, Paulina Pérez Martínez, de la que hemos encontrado referencias en el curso escolar de 1932.
Por otra parte Luís González Soto nos ha confirmado que Felipe Mesías Carballo fue fundador del Partido Socialista de Alburquerque, maestro krausista y exiliado en México tras la guerra civil. Su testimonio nos habla también de la muerte de Carmen, de la siega criminal de la dignidad y la cultura.

Romance de la maestra fusilada

Antes de la alborada,
entre sombras hostiles,
llegaron los sayones
con su clamor de odio
y sus fusiles.

La luna y las estrellas
sus linternas brillantes apagaron,
mil rosas profanadas
gritaron su lamento
y entre tanto dolor y sufrimiento
a morir la llevaron.

La luz era tan pura,
cuando se hizo de día,
que todo el firmamento
un espejo de plata parecía.

La cristalina fuente
suspendió su canción enamorada
y hasta el violín del viento
rompió su arco armonioso
dejando, en el silencio doloroso,
su melodía truncada.

El pájaro parlero
no cantó su pregón de la mañana,
desde su verde rama
sólo lanzó un quejido lastimero.

Todo quedó en silencio
en el reciente y luminoso día,
la brisa recogió sus limpias alas
y, lejanos y claros,
dieciocho disparos
se oyeron entre gritos de agonía.

Sobre su cuerpo, diecisiete rosas
abrieron sus corolas esplendentes…

Diecisiete disparos en su cuerpo
y, el de gracia, en la frente.

Nos cuenta Luís tras los versos que: “Los autores de esta salvajada –unos individuos de Valencia de Alcántara que vinieron al pueblo para hacerles este favor a los falangistas locales- se emborracharon en una posada y contaron a gritos su gloriosa aventura. Le quitaron a la maestra sus gafas y, al intentar huir, la persiguieron a tiros por el cementerio. El jefe de los bandidos contaba, muy orgulloso, que el cadáver tenía diecisiete disparos y el último –el de gracia- se lo había dado él.

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